A Dios que Reparta Suerte

A Dios que Reparta Suerte: Mateo 25.31-46

Mateo 25 es uno de los más debatidos capítulos de los evangelios, y la porción escritural del 31-46 es tal vez la más neurálgica de todo el capítulo. Existe una gama de escritos históricos y contemporáneos que se lanzan a la aventura de interpretación del texto. Comentar sobre el texto favoreciendo un escrito sobre otro simplemente no hace justicia a la cantidad de producción que existen sobre el pasaje. Me parece importante y útil comenzar este comentario afirmando que más que esperar por la realización/culminación del Reino de los Cielos en medio nuestro, el reto es a hacer la labor ética y comprometida mientras esperamos.

Hay un elemento en el texto que requerirá un proceso muchos más complejo de interpretación y aplicación del texto - el tema de la sorpresa. Dice el texto que ambos grupos responderán al juicio, “Señor, ¿cuándo te vimos hambriento y te alimentamos, o sediento y te dimos de beber? ¿Y cuándo te vimos forastero y te recogimos, o desnudo y te vestimos? ¿O cuándo te vimos enfermo o en la cárcel, y fuimos a verte?” (37-39 y 44 parafraseado) Sea un grupo en particular que es juzgado tomado de entre las naciones, o las naciones en su totalidad, nadie parece tener idea de cuales son los elementos de juicio. Hayan realizado o no las acciones mencionadas por el Hijo del hombre, ninguno de los dos grupos hizo o dejó de hacer estas acciones en preparación a un juicio sobre el carácter de sus vidas, mucho menos un juicio que determinaría su estancia eterna. Es desde esta problematización que yo sugiero que partamos hacia el reto de una espera activa a la realización del Reino.

El hambre y la malnutrición, la xenofobia, la pobreza, la enfermedad, la exclusión social y la marginación política son problemas que han acompañado a la humanidad a través de su historia. Partiendo de ideologías filosóficas y políticas, ha habido, hay y habrán quienes responsabilicen a los desprovistos por su propia situación, quienes verán la necesidad de separar (y aún alejar) a estos de los centros de creación social y política. El fin: el desarrollo de acuerdo a la expectativa de quienes excluyen y no a las necesidades e identidades de los creados como “otros”. Interesantemente, aquellos que alejan tienden a ser los pocos. Los alejados son los muchos.

¿Qué entonces respecto a la espera? Los ministerios de alimentación, de agua potable, de santuario y refugio, y de capellanía (a enfermos y carcelaria) son de importante acción pastoral de la iglesia. Sin embargo, la sorpresa expresada por los juzgados en el texto nos hace un llamado a considerar acciones que fomenten la justicia, la paz, la concordia, el respeto y la prosperidad de todos. Estas no son listas de cotejo para ver si como individuos o congregaciones estamos listos para ser juzgados favorablemente. El texto nos invita a responder a la premisa inicial del mensaje de Jesús: “Así que todas las cosas que queráis que los [demás] hagan con vosotros, así también haced vosotros con ellos, pues esto es la Ley y los Profetas” (7.12). Es tan sencillo como todo eso. Es darnos cuenta de las multitudes que están “desamparadas y dispersas como ovejas que no tienen pastor” (9.36). Y lo que es más, es recordar que los que hemos conocido el regalo de gracia fue, precisamente, porque alguna vez estábamos desamparados y dispersos, y conocimos acciones de justicia, paz, solidaridad, amor y salvación.

Al final, “a Dios que reparta suerte”, como dice el dicho popular. Mientras tanto, trabajemos por la justicia.

*Esta es una revisión de un comentario que compartiera sobre le texto para WorkingPreacher.org